Aunque construir juntos no es malo en sí mismo, el motivo de Babel era mucho más oscuro: querían evitar dispersarse por toda la tierra (contradiciendo el mandato divino de llenar la tierra) y buscar su propio renombre.
Génesis 9:1-11 nos instruye a canalizar nuestra inteligencia y tecnología con reverencia a Dios, a fomentar la cooperación para su obra y a advertir contra la idolatría del progreso.
Aprendamos de Babel: los proyectos humanos sin Dios terminan en confusión, pero con Dios como centro encontramos propósito, armonía y bendición para la humanidad.

Génesis 11:1-9 – La Torre de Babel
El relato de la Torre de Babel (Génesis 11:1-9) describe cómo, tras el diluvio de Noé, la humanidad hablaba una sola lengua y decidió permanecer unida en la llanura de Sinar. Allí dijeron: «Vamos, hagamos ladrillo y cozámoslo con fuego… edifiquémonos una ciudad y una torre, cuya cúspide llegue al cielo; y hagámonos un nombre». Aunque construir juntos no es malo en sí mismo (la vida urbana ofrece seguridad y división del trabajo beneficiosa), el motivo de Babel era mucho más oscuro: querían evitar dispersarse por toda la tierra (contradiciendo el mandato divino de llenar la tierra, Génesis 9:1) y buscar su propio renombre. En palabras de Christopher Watkin, “desde los constructores de Génesis 11 hasta los arquitectos del mundo moderno, todos hemos olvidado quién engrandece nuestro nombre”. Dios interviene confundiendo las lenguas (Gn 11:6-7) y dispersando al pueblo, mostrando que la soberanía divina pone límites al orgullo humano.
Uso de la inteligencia y la tecnología humanas en Babel
Génesis 11:3 relata que los hombres fabricaron ladrillos con hornos: “hagamos ladrillo y cozámoslo con fuego… así el ladrillo les sirvió en lugar de piedra, y el asfalto en lugar de mezcla”. La tecnología y la ingeniería –crear materiales de construcción duraderos, erigir una torre monumental– muestran la capacidad creativa de Dios en el ser humano. Sin embargo, en Babel estas habilidades se emplearon con un fin equivocado. David Guzik observa que la torre a prueba de agua “muestra que el hombre no creía lo que Dios prometió (no volver a inundar la tierra), e hicieron la torre para ‘protegerse’ contra un diluvio futuro. Fue una fuerte declaración contra Dios”. En otras palabras, la inteligencia técnica se volvió instrumento de autosuficiencia y desconfianza de Dios. El pecado no está en la tecnología en sí, sino en el espíritu que la anima: usar el ingenio humano para desafiar los propósitos divinos o engrandecerse a sí mismos. Al igual que Babel, hoy podemos aplicar la tecnología pensando que nos hará independientes (“…hagámonos un nombre”), pero la Escritura nos invita a depender de Dios como fuente de sabiduría y futuro (Hechos 17:25).
Habilidades humanas en el relato de Babel
- Comunicación y unidad lingüística: Génesis 11:1 destaca que «toda la tierra tenía una sola lengua y unas mismas palabras». Este don de la comunicación unificada permitió que hablasen juntos, reflejando una habilidad dada por Dios para colaborar en común.
- Cooperación y planificación: El pueblo de Babel organizó colectivamente el proyecto (ciudad y torre), señal de organización social y visión común. Elaboraron planes urbanos y repartiéndose tareas, demostrando planificación comunitaria avanzada para su época.
- Innovación técnica: Usaron hornos para cocer ladrillos y asfalto para mezclas resistentes. Fue un uso creativo de recursos naturales, análogo al que hizo Noé para sellar el arca (Gén.6:14). Esto evidencia la capacidad de inventiva que Dios ha dado al hombre.
Estas habilidades –lenguaje complejo, pensamiento estratégico e ingenio técnico– son dones humanos valiosos. Lo pastoral aquí es reconocer que Dios nos ha dado inteligencia y destrezas que pueden bendecir a la iglesia y la sociedad cuando se emplean con humildad. Pero como muestra Babel, usadas con orgullo pueden alejarnos de Dios.
Intereses y motivaciones detrás del proyecto de Babel
- Miedo a la dispersión: Los constructores de Babel dijeron: «hagámonos una ciudad… y hagámonos un nombre, por si fuéramos esparcidos sobre la faz de toda la tierra» (Gn 11:4). Quisieron permanecer juntos y seguros, contraviniendo la bendición de Dios de “llenad la tierra” (Gén.9:1). En lugar de confiar en la provisión de Dios al esparcirse, buscaron concentrar su destino en la torre.
- Búsqueda de fama y autonomía: El grito «hagámonos un nombre famoso» revela orgullo y autosuficiencia. En la Biblia “dar un nombre” significa ejercer autoridad, de modo que querían autopromoverse sin Dios. GotQuestions señala que construyeron la torre “como símbolo de su poder, para hacerse un nombre”. Anclados en el “qué dirán” de su propia civilización, ignoraron quién realmente da renombre: el SEÑOR (cfr. Hechos 17:25).
- Desafío religioso o político contra Dios: Estudios bíblicos sugieren que la torre podría haber sido un “templo” para adorar falsos dioses, o bien “una primera línea de batalla para asaltar el trono de Dios”. En todo caso, la implicación es la misma: la cultura babeliana, “orgullosa y tecnologizada”, se dio la espalda a Dios al construir. Este impulso refleja un corazón humano rebelde, que prefiere gobernarse a sí mismo antes que someterse al plan divino. En contraste, Dios había prometido hacer “grande tu nombre” (Gn 12:2) a Abraham –no buscaba ser eclipsado por la fama humana.
En Babel el interés principal no fue mejorar la vida de todos según la voluntad de Dios, sino engrandecer al hombre. Es una lección de que las “buenas ideas” (vivir juntos, progreso urbano) pueden teñirse de ambición egoísta cuando olvidamos la voluntad de Dios.
Advertencias pastorales sobre tecnología e inteligencia hoy
La iglesia de hoy enfrenta análogos modernos de Babel en el uso de la tecnología y la exaltación humana. Aunque nos beneficia la comunicación global y la ingeniería avanzada, debemos cuidarnos de dos tentaciones:
- Soberbia tecnológica: Al igual que Babel buscaba “llegar al cielo” con una torre, hoy la inteligencia artificial y otras tecnologías prometen casi “logros ilimitados”. Como advierte un editorial, la IA se está erigiendo “como una Torre de Babel digital” que si no se regula busca “conocimiento absoluto y control total”. Los líderes cristianos deben exhortar a pensar humanamente y éticamente: usar IA para complementar y servir (por ejemplo, evangelización o ayuda social) pero no entregar a la tecnología nuestro libre albedrío ni la visión pastoral.
- Fama y ego en proyectos ministeriales: El ideal de “no construir Babel” se extiende al ministerio: los líderes y congregaciones no deben edificar grandes programas o catedrales mediáticas para engrandecerse a sí mismos. La motivación debe ser el servicio a Dios y al prójimo, no “hacerse un nombre”. Cualquier proyecto de la iglesia –redes sociales, eventos, construcciones– debe estar al servicio de la misión divina (llenar la tierra con el evangelio), no de la vanidad humana.
- Unidad en la diversidad bajo Dios: Irónicamente, Dios dispersó a Babel para que la humanidad cumpliera su propósito. La iglesia debe valorar la diversidad de dones y culturas (como ocurrió tras Babel) y no aspirar a uniformidad dogmática o cultural rígida. Debemos comunicar el evangelio en todos los idiomas y contextos, sabiendo que Dios obra a través de la pluralidad, no por la homogeneidad obligada.
En resumen, usar la tecnología requiere discernimiento espiritual: aprovechar el potencial sin perder la dependencia de Dios, evitando idolatrar el progreso. Los avances científicos (IA, biotecnología, etc.) son un campo legítimo de estudio, pero no son salvación. Como alertó un teólogo, los transhumanistas comparten con Babel “una ambición humana desmedida…de apropiarse de atributos propiamente divinos y desafiar a Dios”. La iglesia debe responder con sabiduría: adoptar innovaciones útiles, pero proclamando siempre la soberanía de Dios sobre toda la creación.
Elementos apologéticos: autonomía humana y relevancia contemporánea
El pasaje de Babel es relevante para las grandes preguntas modernas. En una era de autonomía del hombre, Babel recuerda que el proyecto humano sin Dios tropieza. La narrativa concluye que, aunque «todos eran un solo pueblo» y estaban unidos (Gén.11:6), Dios limitó su poder comunicándolos. Apologéticamente, esto refuta la idea de que la humanidad puede alcanzar todo sin un límite moral o espiritual. Así como los lingüistas reconocen que las lenguas no surgieron puramente por esfuerzo humano (son complejas y únicas), Babel nos enseña que nuestro pensamiento no es auto-suficiente: necesitamos a Dios como origen de significado y comunicación.
Además, la búsqueda de progreso sin Dios hoy adopta formas como el transhumanismo o el culto a la tecnología. Estos movimientos prometen “mejorar al hombre” y erradicar nuestras limitaciones (envejecimiento, muerte, etc.), pero imitan la autosuficiencia bíblica. El teólogo Adjahó señala que tales aspiraciones son análogas a Babel: pretenden alcanzar logros divinos a pesar de Dios. Desde un punto de vista apologético, podemos argumentar que esto evidencia una vieja rebelión: Dios, no la ciencia, es quien da “vida y aliento” (Hech.17:25), y todo intento por el hombre de “ser Dios” termina en confusión.
Por último, Babel también muestra la necesidad de la redención: sin la dispersión impuesta por Dios, la humanidad habría permanecido unida en pecado. En la teología cristiana, este pasaje prepara el terreno para la Torre de Babel caída y futura restauración en Pentecostés, cuando Dios reunió a sus discípulos con un solo propósito (Hechos 2:1-11). Así, Babel es una advertencia y una promesa: nos alerta contra el orgullo humano y apunta a la obra redentora de Dios para hacernos instrumentos de su voluntad.
Conclusión y aplicaciones prácticas para la iglesia actual
- Dependencia de Dios, no de nuestros logros: Como enseñó Dios a Abraham, el verdadero engrandecimiento viene de Él, no de hacer “nuestro nombre” famosos. La iglesia debe cultivar la humildad: reconocer que todo talento, inclusión cultural y tecnología proviene de Dios, y emplearlos para glorificarle a Él.
- Proyectos con propósito divino: Al emprender ministerios o innovaciones, preguntémonos si cumplen la Gran Comisión (llenar la tierra) o si buscan consolidar poder e identidad propios. Construyamos “Torre de Babel inversa”: instrumentos que eleven el nombre de Cristo, no el nuestro.
- Tecnología al servicio del evangelio: Invitamos a las congregaciones a usar medios digitales, IA y ciencia para la compasión, la enseñanza bíblica y la comunidad, siempre bajo principios cristianos. Por ejemplo, usar IA para traducción de la Biblia o programas de asistencia, pero evitando la dependencia idolátrica de algoritmos.
- Celebrar la diversidad en Cristo: La dispersión de Babel culminó en la multiplicidad de culturas y lenguas. En la iglesia, esto nos llama a valorar cada trasfondo cultural y lingüístico como parte del plan de Dios (como en Pentecostés). Seamos una comunidad global donde la unidad es Cristo, no un idioma o cultura humana única.
En resumen, Génesis 11:1-9 nos instruye a canalizar nuestra inteligencia y tecnología con reverencia a Dios, a fomentar la cooperación para su obra y a advertir contra la idolatría del progreso. Aprendamos de Babel: los proyectos humanos sin Dios terminan en confusión, pero con Dios como centro encontramos propósito, armonía y bendición para la humanidad.